lunes, 14 de marzo de 2016

Capítulo 7 - Problemas locales

La puerta de la torre estaba abierta cuando llegaron al día siguiente.

Despacito y con cautela se metieron. Sobre el centro de la habitación se encontraban los restos que anteriormente formaban el golem protector, pero fuera de eso estaba ahora enteramente vacía.

Mientras discutían entre ellos qué hacer escucharon unas voces que provenían de la escalera a su derecha. Voces toscas, brutas. Voces que no pertenecían a Hotis. Se armaron y esperaron a ver quién venía.

De la escalera emergieron varios guardias seguidos por un oficial. Fue instantáneo deducir que Hotis se había esfumado, y esto los puso de un humor furioso.
Qué tontos fueron al creer que cumpliría con su palabra. Por qué lo haría?

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó el oficial. Lamentablemente su tono que intentaba ser autoritario sonó más bien parecido al chillido de un animal atrapado.

El grupo se abalanzó sobre los guardias sin siquiera responder. Alguien tenía que morir rápidamente para calmar un poco los nervios y poder pensar con claridad qué hacer. Los guaridas no estaban capacitados para luchar contra la tripulación del Rebuque Infernal y sucumbieron rápidamente, excepto por el oficial que se dio a la fuga.

Igor, quien era el que más desquiciado estaba de todos en este momento, lo salió a correr por la calle hasta alcanzarlo y asestarle un golpe en las piernas, fracturando ambos huesos y haciéndolo caer al piso. El oficial intentó reincorporarse, pero con sus piernas destrozadas apenas logró sostenerse con los brazos y llegar a una posición casi sentado.

—Detente, soy Cosco, oficial de la guardia! —chilló— ¡No se hacen una idea los problemas que van a tener por esto!

—Ahh, ¿así que sos Cosco? —dijo Igor, acercándose lentamente mientras arrastraba el extremo de su mayal por el piso y le dedicaba una macabra sonrisa.

—¡No por favor!¡Déjame vi...! —balbuceaba Cosco cuando el mayal le dio directo en la cara, deteniendo cualquier flujo de palabras,

Cosco cayó de espaldas al piso y se golpeó la cabeza. Tenía la nariz rota y sangrando, y varios de sus dientes se encontraban desparramados en su vecinidad. Sus ojos estaban en blanco, dados vuelta, y su pecho hacía un gran esfuerzo tratando de respirar, por lo que no pudo ver a Igor acercarse a rematar el trabajo.
Pero no lo remató de un golpe, sino que le dio en la cabeza hasta que le quedó hecha una pulpa, totalmente irreconocible.

Fue entonces que el resto de la tripulación los alcanzó. Luego de ver el enchastre que quedó en la calle fue que desviaron su atención hacia las cinco personas que estaban observando lo que sucedía.
Una mirada fue suficiente para hacer que echen a correr en todas direcciones, y ya iba siendo hora de que el grupo hiciera lo mismo.

Había que encontrar a ese mago a como de lugar, así que era hora de empezar a romper algunas cabezas.

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