jueves, 24 de marzo de 2016

Capítulo 12 - Frans

El lugar parecía ser bastante pequeño en comparación con las demás casas de la zona. Cómo entraría allí un laboratorio de nigromancia, nadie lo sabía.

Golpearon la puerta y esperaron, pero nadie vino a abrir. Golpearon nuevamente y esperaron un rato, pero nadie salía. Jamies ya comenzaba a hartarse de esperar y fue a darle un puntapié a la puerta cuando esta se abrió, quedándose quieto en la mitad del movimiento a unos 10 centímetros de un gnomo que no pasaba de 1 metro de estatura, bastante paliducho y con cara de pocos amigos.

—¿Sí? —preguntó el gnomo con irritación.

—Buscamos a Frans. ¿Vive aquí?

—¡Claro que vive aquí! —exclamó— ¿Qué quieren?

—Queremos hablar con él.

El gnomo se llevó la palma de la mano a la cara en una muestra de exasperación.

—¡Estaban hablando con él hasta este momento! —dijo, cerrando la puerta de un golpe.

Todos quedaron atónitos ante tal pequeño gran despliegue de irritación. La verdad es que era bastante gracioso ver al pequeño gnomo enfurecido, pero necesitaban su ayuda así que no serviría hacerlo enfadar más.
Naimbroth golpeó la puerta nuevamente.

—¡Necesitamos su ayuda! —gritó para hacerse oír desde el otro lado de la puerta— Haremos que valga la pena —agregó sacudiendo una bolsa de monedas de oro.

La puerta se abrió ligeramente y uno de los ojos del gnomo se asomó. Esta vez no mostraba irritación, sino curiosidad mezclada con cautela.

Naimbroth agitó nuevamente la bolsa y eso terminó de convencer al gnomo, que abrió la puerta y los invitó a pasar.

Una vez adentro entendieron por qué el lugar era tan pequeño. Lo único que había era una única escalera que descendía hacia una gran mazmorra. Un olor a podrido los invadió, pero descendieron detrás del gnomo de todas formas.

Salieron a una pequeña habitación iluminada por algunas velas colocadas en las paredes. A su izquierda habían algunos barriles tapados que desprendían un olor horrible. A su derecha habían varias mesas con tubos de ensayo y químicos varios, excepto una que estaba cubierta de huesos de distintos tamaños.

El gnomo se acercó a un escritorio que se encontraba directamente en frente de ellos, tomó unas gafas bastante gruesas y se las puso, luego se dirigió a la silla y se sentó de brazos cruzados, inspeccionándolos uno a uno.

La tripulación miró a su alrededor buscando un lugar donde sentarse pero no lo había, y a nadie le apetecía sentarse en esos barriles.
Aparentemente se tendrían que quedar de pie.

—¿Y bien? —preguntó Frans.

—Tenemos entendido que usted estudia nigromancia —dijo el capitán— y que conoce ...

El gnomo levantó una mano con la palma hacia adelante, interrumpiendo a Naimbroth

—¿Quién los envió?

—Fergus —dijo Jamies.

—¡Maldito humano de mierda! —exclamó Frans— ¡Siempre interrumpiendo mi trabajo, o enviando gente que lo haga por él!

El grupo se quedó en silencio por un momento sin saber qué esperar del pequeño gnomo.

—¿Van a hablar o les abro la puerta? —preguntó el gnomo.

La paciencia de Igor se había agotado. Avanzó hacia el gnomo decididamente, pronto para levantarlo de sus pequeños brazos y lanzarlo contra una pared, pero Reggae Shark y Naimbroth se interpusieron en su camino. Frans ya estaba de pie en la silla.

—¡Cuándo quieras ojalata! —exclamó Frans.

Naimbroth conjuró su voz mágica, esa voz diabólica única a los brujos.
—¡Calmados todos! —gritó, su voz resonando en toda la mazmorra. Luego deshizo el conjuro y continuó hablando en su voz normal.
—Necesitamos que le recuperes los brazos y el ojo a nuestro compañero Jamies —dijo el capitán.

El gnomo estaba ahora más calmado, aunque sospechaban que era más por haberle hablado de trabajo que por intentar intimidarlo. Se bajó de la silla y se acercó a Jamies para examinarlo detenidamente.

—300 monedas de oro —declaró Frans— y tienen que traer la materia prima.

—¿Materia prima? —preguntó Jamies.

—¡Claro que materia prima! Eres un alto elfo, así que necesito dos brazos de altos elfos, y un ojo también. A menos que quieras el brazo de un enano —dijo acercándose a uno de los barriles y sacando el brazo descompuesto de un enano. Aparentemente de allí provenía el olor
—¿Es eso lo que quieres? ¿Eh?

Igor, ahora ya más calmado pero siempre atento a nuevas oportunidades intervino.

—¿Qué me dices si te traemos algo de materia prima extra? —preguntó— ¿Quizás haya algún tipo de material que necesites?

El gnomo se rascó el mentón por un momento.
—Nunca he trabajado con medianos —dijo— su anatomía es pequeña y curiosa.

Varios tuvieron que contener la risa, teniendo en cuenta lo que acababan de escuchar viniendo de un gnomo, la raza más pequeña de todas.

—¿Y si te traemos uno, cuánto nos darías por él?

—Si me traen un mediano les hago el trabajo gratis, sin contar los componentes materiales del ritual que costarán 100 monedas.

—Mi pequeño amigo, tienes un trato.

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