jueves, 31 de marzo de 2016

Capítulo 14 - Rebuque Infernal

La tripulación ya estaba ansiosa de volver al mar, pero no podían irse sin antes terminar resolver el problema de Jamies.

Si la rutina del oficial funcionó una vez, ¿por qué no funcionaría de vuelta?

El oficial Naimbroth entró en otra taberna en busca de algún elfo que pudiera servir, y encontró uno que conversando tranquilamente con una mujer humana. Se acercó a su mesa decididamente, siguiendo la rutina anterior.

—¿Sí? —preguntó el elfo algo irritado.

—Ha habido un robo y ustedes han sido señalados como testigos —coreó el oficial Naimbroth.

Esta vez, sin embargo, el elfo no parecía comprar la historia.

—¿Mientras estábamos aquí sentados? —preguntó el elfo— ¿Cuál es tu nombre?

Naimbroth no tenía paciencia para este tipo de problemas.

—Tenes dos opciones —dijo— o venis conmigo, o te arresto aquí y ahora.

Algo en su tono de voz le dio a entender al elfo que no había alternativa, pues se levantó y tomó su abrigo de la silla.

—Más te vale que no me estés haciendo perder el tiempo —dijo dirigiéndose a Naimbroth— Vamos.

Caminaron unas cuadras en dirección a la comisaría más cercana, y a mitad de camino Naimbroth les indicó uno de los callejones laterales.
El elfo, que ya estaba sospechando mucho de la situación, se detuvo y con una mano detuvo a la chica que lo acompañaba.

—¿A dónde nos llevas?

—A la escena del crimen —mintió. O no del todo.

Cualquier duda que tenía el elfo estaba ahora confirmada. Ambos echaron a correr a toda velocidad en dirección a la comisaría, que estaba a unas cinco cuadras de distancia.

Naimbroth echó a correr detrás de ellos gritando —¡Deténganlos! —pero nadie parecía querer entrometerse. Jinei y Reggae Shark vieron lo que sucedía y comenzaron a perseguirlos a toda velocidad.

Las personas en la calle se paraban a mirar y ver la persecución, pero no llegaba a ser una multitud y era difícil que elfo pudiera perderlos. El problema es que a medida que corrían algunas personas comenzaron a seguirlos.
Corrieron tres cuadras antes que la mujer comenzara a cansarse, y el elfo vio que no llegarían a la comisaría.

El elfo se detuvo, desenvainó su estoque y se preparó para defenderse al mismo tiempo que Jinei y Reggae Shark los alcanzaron. Reggae Shark se mantuvo a una distancia prudente, pero Jinei fue por la mujer y la tacleó, tirándola al piso.

A esta altura ya habían unas veinte o treinta personas mirando, pero era tarde para echarse para atrás.
Naimbroth se acercó al elfo con intención de arrestarlo, pero este le dio un pinchazo en el estómago con el estoque.
Una furia infernal comenzó a hervir dentro de Naimbroth, y decidió que el elfo había vivido ya suficiente.

—Cometiste un error —declaró, señalándolo con el dedo índice.

El elfo se prendió fuego espontáneamente y cayó al piso chillando de dolor. Cualquier intento de resistirse fue en vano, pues las llamas le quemaban el alma y eran simplemente demasiado para él.
Las llamas duraron apenas un momento, pero para cuando terminaron el elfo era un cadáver carbonizado, consumido completamente por la llamarada infernal.

De la multitud que observaba la mayoría soltó gritos de horror, salieron corriendo o se quedaron petrificados, pero unos pocos entendieron con claridad lo que estaba sucediendo.

No era un oficial, sino un agente del infierno que debía ser detenido.

Simultáneamente le tiraron varios hechizos de de parálisis a Naimbroth. El poder combinado de estos hechizos fue demasiado, y Naimbroth quedó congelado en el lugar como una estatua.
Jinei y Reggae Shark también fueron objetivo de estos hechizos, pero solo Reggae Shark logró resistirlos.

A dos cuadras de distancia se veía una patrulla de guardias salir de la comisaría y correr hacia ellos a toda velocidad. Era cuestión de tiempo hasta que todos fueran arrestados.

Reggae Shark no estaba para perder el tiempo. Se transformó en gato y desapareció entre la multitud sin dejar rastro.

Jinei logró sobreponer su voluntad frente al hechizo y recuperó la mobilidad. Levantó las manos mostrando que estaba tranquilo y que no tenía intenciones hostiles.

—¡Solo estaba ayudando a un oficial de la guardia! —mintió. Era una mentira bastante pobre, pero en la confusión le creyeron y lo dejaron ir.

Naimbroth, sin embargo, estaba siendo paralizado por tres magos experimentados a la vez. No había forma de escapar.

Mientras Jinei se alejaba a toda velocidad sin mirar atrás, Reggae Shark se subió a un techo a observar lo que sucedía.
Vio como llegaba la patrulla de guardias y arrestaban a Naimbroth. Le pusieron un collar anti magia, lo esposaron, y recién ahí lo liberaron de los hechizos de parálisis. Esposado y con el collar que le impedía utilizar su magia se lo llevaron a la comisaría.

Este acto de rebeldía, que fue gobernado por la naturaleza caótica que dominaba al grupo, dio nombre al barco y se convirtió en el símbolo de su poder: no importa dónde estés ni cuán protegido te sientas, nadie está a salvo de las llamas del Rebuque Infernal.

sábado, 26 de marzo de 2016

Capítulo 13 - El oficial Naimbroth

Una de las habilidades de Naimbroth era cambiar su aspecto físico a través de magia ilusoria. La imagen era falsa y cualquier interacción física lo dejaría en evidencia, pero era un riesgo que estaba dispuesto a tomar.
Utilizando este poder se transformó en un oficial de la guardia.

Mientras el resto de la tripulación esperaba en un callejón cercano, Naimbroth entró en una posada de clase media-alta a buscar a sus objetivos: un alto elfo y un mediano.

La posada rebozaba de gente de distintas razas: humanos, enanos, medianos, gnomos y elfos. Un bardo tocaba su instrumento en una especie de tarima y las mozas llevaban tragos de aquí para allá.
El ambiente parecía tranquilo.

Varias personas se giraron al verlo entrar, pero volvieron a sus tragos y conversaciones rápidamente. A nadie le gusta llamar la atención de un oficial, y era difícil que alguien intentara iniciar algún tipo de discusión con él.

Un rápido vistazo le hizo destacar dos mesas. En una estaban sentados dos medianos, un chico y una chica de unos veinti-tantos años, aparentemente en una cita. En la otra estaban sentados un mediano más veterano, un alto elfo de edad inescrutable y un humano bastante corpulento.

Le pareció que sería más fácil convencer a los medianos, por lo que se dirigió a su mesa y se detuvo al costado mientras los miraba con seriedad.

—Oficial, ¿Podemos ayudarlo en algo? —preguntó el mediano.

—Efectivamente —dijo el oficial Naimbroth— Ha habido un robo y ustedes han sido señalados como testigos.

—¿Un robo? —preguntó la chica— Pero nosotros estamos aquí hace horas.

—Sin embargo necesito que me acompañen a declarar, a no ser que deseen interferir con la justicia —dijo, haciendo énfasis en las palabras interferir y justicia.

Las mesas cercanas se giraron a mirar, algunos a los medianos y otros a Naimbroth. No todos estaban cayendo en la trampa, pero siempre que los medianos cayeran nadie se entrometería.
Los medianos, por suerte, estaban bastante nerviosos y no quisieron discutir.

—Por supuesto, lo acompañaremos —dijo el chico.

Dejaron varias monedas en la mesa para pagar por sus tragos y se marcharon. Naimbroth sentía las miradas de la posada entera clavadas en su nuca, pero nada de eso importaba pues llevaba el aspecto de un humano oficial común y corriente.

Una vez fuera de la posada los dirigió hacia el callejón. La pareja se detuvo antes de entrar, y se notaba que estaban muy nerviosos.

—¿Hay algún problema? La escena del crimen está más adelante —dijo Naimbroth.

—¿Escena del crimen? —preguntó el mediano con voz temblorosa— pensé que había un robo.

—Una de las víctimas perdió su vida. Si no vienen ahora tendré que arrestarlos —dijo amenazadoramente y con convicción. Si podía gobernar los 20 piratas que trabajaban en el barco, podía hacerse cargo de estos seres insignificantes.

Los medianos asintieron con la cabeza y echaron a andar detrás de Naimbroth.

Dieron unos cuantos pasos más hasta que varias figuras aparecieron de entre las sombras.
Dos humanos en armadura completa, uno con un espadón y otro con un mayal, un dragonborn en armadura de cuero que no llevaba armas, un humano monje y un alto elfo al que le faltaban ambos brazos y un ojo.

La pareja se puso más nerviosa, y asustados se acercaron al oficial a buscar auxilio, pero el oficial ya no estaba.
Ahora estaba el capitán Naimbroth, nacido de demonios, un brujo con cuernos y piel rojiza.

Igor y Jinei estaban sobre ellos antes de que pudieran reaccionar, dejándolos inconscientes de un rápido golpe en la nuca a cada uno.

Abrieron la mochila mágica y los metieron adentro mientras vigilaban que nadie los estuviera mirando. Según los arcanistas que creaban este tipo de mochilas, se podía sobrevivir 5 minutos dentro antes de quedarse sin aire, así que echaron a correr hacia la mazmorra de Frans a toda velocidad.

Una vez dentro los sacaron de allí. Los medianos cayeron al piso tosiendo y respirando con dificultad, mirando en todas direcciones tratando de determinar dónde estaban..

—Les dije que el trato era por uno —dijo Frans— ¡no pienso darles nada extra por el otro!

—Tranquilo, pequeño —dijo Naimbroth— el otro es gratis. ¿Dónde los quieres?

El gnomo señaló una jaula que tenía debajo de un montón de papeles.

—Métanlos allí —dijo el gnomo señalando un par de jaulas con grilletes— ¡Y no se olviden de encadenarlos! Luego pueden marcharse.

Igor y Jinei levantaron a los medianos y los llevaron hasta allí, los engrilletaron y trancaron la puerta de la jaula. Los medianos estaban tan petrificados del miedo que no dijeron nada.

Antes de irse, sin embargo, Igor le dedicó su macabra sonrisa a los medianos.

—No se preocupen —dijo— le podía haber pasado a cualquiera.

jueves, 24 de marzo de 2016

Capítulo 12 - Frans

El lugar parecía ser bastante pequeño en comparación con las demás casas de la zona. Cómo entraría allí un laboratorio de nigromancia, nadie lo sabía.

Golpearon la puerta y esperaron, pero nadie vino a abrir. Golpearon nuevamente y esperaron un rato, pero nadie salía. Jamies ya comenzaba a hartarse de esperar y fue a darle un puntapié a la puerta cuando esta se abrió, quedándose quieto en la mitad del movimiento a unos 10 centímetros de un gnomo que no pasaba de 1 metro de estatura, bastante paliducho y con cara de pocos amigos.

—¿Sí? —preguntó el gnomo con irritación.

—Buscamos a Frans. ¿Vive aquí?

—¡Claro que vive aquí! —exclamó— ¿Qué quieren?

—Queremos hablar con él.

El gnomo se llevó la palma de la mano a la cara en una muestra de exasperación.

—¡Estaban hablando con él hasta este momento! —dijo, cerrando la puerta de un golpe.

Todos quedaron atónitos ante tal pequeño gran despliegue de irritación. La verdad es que era bastante gracioso ver al pequeño gnomo enfurecido, pero necesitaban su ayuda así que no serviría hacerlo enfadar más.
Naimbroth golpeó la puerta nuevamente.

—¡Necesitamos su ayuda! —gritó para hacerse oír desde el otro lado de la puerta— Haremos que valga la pena —agregó sacudiendo una bolsa de monedas de oro.

La puerta se abrió ligeramente y uno de los ojos del gnomo se asomó. Esta vez no mostraba irritación, sino curiosidad mezclada con cautela.

Naimbroth agitó nuevamente la bolsa y eso terminó de convencer al gnomo, que abrió la puerta y los invitó a pasar.

Una vez adentro entendieron por qué el lugar era tan pequeño. Lo único que había era una única escalera que descendía hacia una gran mazmorra. Un olor a podrido los invadió, pero descendieron detrás del gnomo de todas formas.

Salieron a una pequeña habitación iluminada por algunas velas colocadas en las paredes. A su izquierda habían algunos barriles tapados que desprendían un olor horrible. A su derecha habían varias mesas con tubos de ensayo y químicos varios, excepto una que estaba cubierta de huesos de distintos tamaños.

El gnomo se acercó a un escritorio que se encontraba directamente en frente de ellos, tomó unas gafas bastante gruesas y se las puso, luego se dirigió a la silla y se sentó de brazos cruzados, inspeccionándolos uno a uno.

La tripulación miró a su alrededor buscando un lugar donde sentarse pero no lo había, y a nadie le apetecía sentarse en esos barriles.
Aparentemente se tendrían que quedar de pie.

—¿Y bien? —preguntó Frans.

—Tenemos entendido que usted estudia nigromancia —dijo el capitán— y que conoce ...

El gnomo levantó una mano con la palma hacia adelante, interrumpiendo a Naimbroth

—¿Quién los envió?

—Fergus —dijo Jamies.

—¡Maldito humano de mierda! —exclamó Frans— ¡Siempre interrumpiendo mi trabajo, o enviando gente que lo haga por él!

El grupo se quedó en silencio por un momento sin saber qué esperar del pequeño gnomo.

—¿Van a hablar o les abro la puerta? —preguntó el gnomo.

La paciencia de Igor se había agotado. Avanzó hacia el gnomo decididamente, pronto para levantarlo de sus pequeños brazos y lanzarlo contra una pared, pero Reggae Shark y Naimbroth se interpusieron en su camino. Frans ya estaba de pie en la silla.

—¡Cuándo quieras ojalata! —exclamó Frans.

Naimbroth conjuró su voz mágica, esa voz diabólica única a los brujos.
—¡Calmados todos! —gritó, su voz resonando en toda la mazmorra. Luego deshizo el conjuro y continuó hablando en su voz normal.
—Necesitamos que le recuperes los brazos y el ojo a nuestro compañero Jamies —dijo el capitán.

El gnomo estaba ahora más calmado, aunque sospechaban que era más por haberle hablado de trabajo que por intentar intimidarlo. Se bajó de la silla y se acercó a Jamies para examinarlo detenidamente.

—300 monedas de oro —declaró Frans— y tienen que traer la materia prima.

—¿Materia prima? —preguntó Jamies.

—¡Claro que materia prima! Eres un alto elfo, así que necesito dos brazos de altos elfos, y un ojo también. A menos que quieras el brazo de un enano —dijo acercándose a uno de los barriles y sacando el brazo descompuesto de un enano. Aparentemente de allí provenía el olor
—¿Es eso lo que quieres? ¿Eh?

Igor, ahora ya más calmado pero siempre atento a nuevas oportunidades intervino.

—¿Qué me dices si te traemos algo de materia prima extra? —preguntó— ¿Quizás haya algún tipo de material que necesites?

El gnomo se rascó el mentón por un momento.
—Nunca he trabajado con medianos —dijo— su anatomía es pequeña y curiosa.

Varios tuvieron que contener la risa, teniendo en cuenta lo que acababan de escuchar viniendo de un gnomo, la raza más pequeña de todas.

—¿Y si te traemos uno, cuánto nos darías por él?

—Si me traen un mediano les hago el trabajo gratis, sin contar los componentes materiales del ritual que costarán 100 monedas.

—Mi pequeño amigo, tienes un trato.

martes, 22 de marzo de 2016

Capítulo 11 - Contrabando

¿Cómo meter un troll vivo a la ciudad? Esa era la pregunta que todos se hacían en este momento.

Por supuesto que la enorme caja metálica impedía que se viera el contenido, pero un troll enjaulado no era un bicho que se destacara por ser silencioso.

El ruido no era el único problema. El troll se sacudía y golpeaba las paredes de su jaula, moviendola de aquí para allá con cada porrazo, por lo que la tripulación tenía que estar pendiente del cargamento a toda hora, y los malos humores ya empezaban a mostrarse.
Cualquier persona se daría cuenta que no llevaban un cargamento normal.

Mientras parte de la tripulación se quedó en el barco a una distancia prudente de la ciudad, Naimbroth, Hegrael y Jinei fueron en un pequeño bote a buscar a Fergus, el mago que los había contratado.


—Tenemos un pequeño problema con el cargamento —dijo Naimbroth— Es demasiado ruidoso, y no vamos a poder meterlo en la ciudad sin que lo detecten.

—El problema es el ruido, ¿dices? Creo que tengo una solución.

—Excelente —dijo Naimbroth sin siquiera preguntar cuál era la solución. Esto acababa de pasar a ser problema de Fergus. —Vamos al barco —agregó.


Los ojos de Fergus se abrieron como platos cuando vio la jaula del troll sacudiéndose de aquí para allá mientras varios tripulantes del Rebuque Infernal intentaban contenerla con cuerdas. No era miedo, era fascinación.

Sin embargo la tripulación ya estaba cansada de esta situación y comenzaba a mirar a Fergus con algo de recelo. Si el mago se sentía intimidado no daba ninguna señal.

—¡Maravilloso! —exclamó Fergus. Parecía un niño al que le hubieran regalado exactamente lo que quería.

—Entonces, ¿qué solución tenías en mente? —preguntó el capitán.

—Un pequeño hechizo de silencio, claro.  Y habrá que disimular cualquier movimiento de la jaula si el troll se pone violento.

—Eso no es problema —dijo Igor rápidamente, y luego le dio un puntapié a la jaula por diversión.

El troll comenzó a gruñir y golpear contra las paredes mientras Igor se reía por lo bajo. Disfrutaba del troll en sufrimiento, y disfrutaba del disgusto del resto de la tripulación.

Pero la realidad es que ya todos querían sacarse este problema de encima, incluso Igor.

El barco se acercó lentamente al muelle, y antes de atracar ya había un oficial esperándolos con una unidad entera pronta para abordar el barco.

El grupo entero fijó su mirada en Fergus, dándose cuenta que si el mago cometía un error lo pagarían todos. Pero no lo hizo, y la jaula del troll se mantuvo silenciosa como una tumba.

—¿Qué cargamento traen? —preguntó el oficial.

—¡Bananas!—mintió Igor. Era una mentira tan barata que varios tuvieron que contener la risa. Extrañamente el oficial parecía convencido, y por un segundo creyeron que sería así de simple.

—Muy bien. Luego de una inspección y de pagar los impuestos correspondientes podrán desembarcar las mercancías.

No había chance de ninguna inspección, eso estaba clarísimo. Como no tenían ningún mago que pudiera "sugerirle" al oficial que los deje pasar, con la excepción de Fergus que estaba muy ocupado manteniendo al troll en silencio, tuvieron que recurrir a métodos más primitivos.

—¿Cuánto? —dijo el capitán sin rodeos. Ya estaban cansados y no había tiempo de darle vueltas al asunto.

—Vaya, pensé que íbamos a demorar bastante más en llegar a eso —dijo el oficial— 500 monedas y te soluciono el papeleo.

—Hecho.

domingo, 20 de marzo de 2016

Capítulo 10 - Cómo capturar un troll

Luego de varias horas caminando lograron encontrar el rastro de un troll, y lo siguieron hasta la entrada de una cueva no muy lejos del bosque que estaban bordeando.

En el interior de la cueva no se veía absolutamente nada ya que era casi de noche. Uno de los pocos hechizos que Jamies aún podía realizar era el de luz, por lo que encantó una roca para transformarla en un foco luminoso y la arrojaron al interior.

La roca atravesó el aire, iluminando el interior de la cueva poco a poco hasta revelar un enorme troll y un gigante de las colinas agazapados al fondo, aparentemente compartiendo una comida.

Las criaturas reaccionaron a la luz y se escondieron en las sombras de la cueva, esperando a que sus agresores se acercaran. Ante esta situación solo quedaba entrar y atacar, como siempre.

Poco a poco fueron avanzando, siempre atentos a encontrar su escondite antes de ser encontrados. En el fondo pudieron ver el cadáver de un pequeño oso completamente destruido, sus tripas esparcidas por el lugar. La cena del troll y del gigante, aparentemente.

Los trolls no son conocidos por su sigilo, ni los gigantes, por lo que los escucharon antes de verlos. Estaban detrás de unas salientes rocosas, el gigante a la izquierda y el troll a la derecha.

Jinei se abalanzó de frente contra el gigante, que era tres veces su estatura cabe aclarar.
Como si estuviera en un frenesí asesino arqueó su espada y se la enterró en la rodilla antes de que el gigante lograra reaccionar, cortando la carne hasta el hueso y haciéndolo chillar de dolor.

Pero eso no fue suficiente. Liberó la espada de la pierna del gigante y se la volvió a enterrar con todas su fuerzas, destruyendo los cartílagos y uniones y fracturando el hueso.

El gigante soltó un alarido de furia y levantó el tronco de árbol que tenía en la mano. Lo revoleó intentando darle a Jinei pero este esquivó, logrando asestarle un tercer golpe en la rodilla que terminó de amputarle la pierna.

El gigante se tambaleó y cayó sobre la rodilla destruida, llevando una mano al piso para impedir caer al piso. Estaba herido, pero sus ojos estaban encendidos de furia. Revoleó nuevamente el tronco contra Jinei, esta vez si logrando golpearle y haciéndolo volar por los aires.

Reggae Shark, ahora en forma de oso polar, aprovechó la distracción y se abalanzó contra el gigante. Se le prendió de una rodillla y con sus garras comenzó a destruirsela, imitando la estrategia de Jinei.

Una vez expuesto el hueso Naimbroth y Jamies concentraron sus ataques mágicos allí. La rodilla restante del gigante estalló con el impacto y este se vino abajo, haciendo resonar la tierra.

Mientras tanto, Igor y Hegrael fueron en busca del troll. Este era bastante más pequeño que el gigante, pero aún así no bajaba de los 3 metros de altura. Lo más importante que hay que saber sobre los trolls es que se auto-regeneran con rapidez, por lo que la táctica consistía en dejarlo inconsciente y que su regeneración lo mantuviera con vida.

Igor fue adelante, llamando su atención y revoleando su mayal. El troll cayó en la trampa, pues no era muy inteligente, permitiendo que Hegrael le saltara sobre la espalda y le inmovilizara los brazos con una llave.
En estas circunstancias el troll no pudo impedir que Igor le reviente la cara de un mazazo. Le dio una, dos, tres veces hasta hacerlo encogerse de dolor, chillando y escupiendo sangre verde de su boca.

El troll echó a correr hacia una pared y en el último momento se giró, aplastando a Hegrael entre sí mismo y la roca. Eso probablemente le rompió algunas costillas al monje, quien cayó al piso sin aire y colocando sus brazos protectivamente sobre su pecho.

Del otro lado de la cueva Jinei continuaba esquivando los porrazos del gigante, que estaba ahora totalmente enfurecido con el pequeño humano metálico que intentaba cortarle la pierna.
Jinei esquivó primero a la derecha y luego hacia atrás, haciendo que el gigante se estirara hacia él.

Reggae Shark le saltó sobre la espalda y lo tumbó en el piso. Con sus garras comenzó a desgarrar la piel de su espalda. El gigante se giró hacia un costado para sacarse al oso polar de encima, pero Reggae Shark fue más rápido y logró mantenerse sobre él. Se acercó a la cabeza del gigante que estaba ahora boca arriba y enterró sus garras en sus ojos, dejándolo ciego y completamente fuera de combate.

Por diversión querían dejarlo con vida, sin piernas ni ojos, hasta que la madre del oso que mataron volviera a la cueva y se encargara de terminar el trabajo, pero sus gritos y chillidos eran demasiado molestos y decidieron rematarlo.
Jinei se paró detrás de su cabeza, levanto su espadón con ambas manos y se lo enterró en la frente, atravesando su cráneo y cerebro hasta que la punta de la espada tocó el piso.
El gigante quedó allí tumbado, inmóvil, mientras la sangre continuaba brotando de sus piernas y ojos.

El troll, por otro lado, estaba demostrando ser un adversario más peligroso de lo que anticiparon. Igor había logrado asestarle un golpe en el brazo, fracturando el hueso en varias partes, pero el troll ya lo había regenerado y continuaba atacando viciosamente al paladin.

Igor ya empezaba a cansarse y sus ataques se volvían más lentos y predecibles, y con Hegrael fuera de combate el troll estaba comenzando a lograr la victoria.

A unos cuantos Hegrael logró ponerse de pie y aún con las costillas rotas se preparó para realizar su mejor maniobra.
Tomó carrera y saltó, consiguiendo alturas que pocos humanos podían alcanzar, y le dio un planchazo en la oreja que envió troll directo al piso, desorientado y ligeramente sordo.

Igor aprovechó la oportunidad para acercarse y darle en el pecho hasta dejarlo al borde de la muerte, pero el troll ya estaba recuperando la conciencia y comenzaba a recuperarse de los golpes más rápido de lo que lograban dárselos.

Con el gigante muerto, Jinei corrió hacia ellos a toda velocidad y le rebanó un brazo al troll de un golpe. El troll chilló de dolor, aún tumbado en el piso, permitiendo que el resto del grupo le de con todo lo que tenían hasta que ya no se movía.

Pero el troll no estaba muerto. Sus heridas comenzaban a cerrarse y su brazo ya comenzaba a volver a crecer. No muy rápido, pues tardaría algunos minutos en quedar como nuevo, pero rápido si uno consideraba que le estaba creciendo el brazo que acababan de rebanarle.

Se apresuraron a atarlo con las cadenas que habían traído hasta dejarlo hecho un gusanito metálico, el cual procedieron a arrastrar por la montaña mientras se retorcía e intentaba liberarse.

Un éxito.

jueves, 17 de marzo de 2016

Capítulo 9 - Una pequeña broma

Baxter los esperaba en la Doncella Sucia con dos buenas noticias.

La primera era que conocía a uno de los testigos que los vieron matando al oficial Cosco, y que pudo encontrar y coaccionar a los demás testigos para que no hagan nada. La segunda, y la más interesante, era que ese mismo testigo tenía trabajo para ellos.

Fergus era su nombre. Un joven estudiante de la Universidad de Magia de Venore que estaba aburrido y quería realizar algún tipo de broma en el campus de la universidad, y al ver tal falta de respeto por la ley y el orden en el grupo se le ocurrió que eran perfectos para el trabajo.

El trabajo consistía en capturar un troll vivo y traerlo a la ciudad, para luego soltarlo en la Universidad y poder disfrutar del caos generado.
Este era un trabajo que no podían rechazar

Ahora, no se vayan creyendo que capturar un troll vivo es tarea fácil. Ya bastante difícil es tener que luchar contra uno si es que te encuentras cara a cara, y mucho más capturarlo. Y ni hablar de cómo carajos meterlo en la ciudad...

Pero nada de esto era un problema, sino un desafío. Y si hay algo que la tripulación del Rebuque Infernal no hace es darle la espalda a un buen desafío.

Lo primero fue conseguir una enorme caja metálica. Debía tener las proporciones adecuadas y ser lo suficientemente gruesa como para transportar una de esas enormes criaturas vivas adentro. Mientras la tripulación se encargaba de esto, Jamies consiguió acceso a la biblioteca de la Universidad y se puso a estudiar sobre los trolls, sus fortalezas, debilidades, y sobre todo donde encontrar uno lo más cerca posible.

La buena noticia era que habían muchos reportes de avistamientos y ataques en las montañas que se encontraban al oeste de la ciudad, sobre la costa. La mala noticia era que era en una montaña, y había que transportar una caja metálica de dos toneladas hasta allí.

Una vez más el versátil Reggae Shark trajo la solución. Conjuró dos enormes rinocerontes frente a él, y luego se transformó en otro rinoceronte el mismo. Entre los 3, y con una serie de cuerdas, poleas y una plancha metálica con rueditas, pudieron mover la cárcel con facilidad.

Llevaron la prisión hasta la base de la montaña, ya que las formaciones rocosas impedían el uso de la plancha con rueditas y arrastrarla cuesta arriba era algo totalmente imposible. Dado que estaban en la mitad de la nada decidieron dejarla allí y se aventuraron en busca de su presa.

No demasiado lejos había un pequeño bosque, más cerca de ser una arboleda que un bosque realmente, pero ofrecía algo de cobertura mientras continuaban el ascenso.

Mientras avanzaban comenzaron a escuchar ruidos. Lobos, animales, y otras criaturas no tan naturales que rondaban el área.
Rápidamente se iban dando cuenta que entrar en este pequeño bosque no había sido una buena idea.
Pero no lo suficientemente rápido, porque antes de decidir retirarse el piso tembló.

El grupo entero se paró en seco a escuchar atentamente.
El piso tembló nuevamente.
Y otra vez
Y otra.

No eran temblores, eran pisadas.

Un árbol crujió en la distancia, y pudieron ver como se desmoronaba, abriendo camino a dos enormes gigantes de las colinas que se acercaban con tranquilidad, como dos amigos dando un paseo por el bosque.

Cuando vieron al grupo, sin embargo, toda su jovialidad fue reemplazada por una agresividad y violencia solo normal en criaturas y monstruos salvajes, además de en la tripulación del Rebuque Infernal.

Uno de los gigantes echó a correr hacia el grupo a toda velocidad, mientras el otro tomó una roca del tamaño de un caballo y la lanzó hacia ellos.

Reggae Shark, aún en forma de rinoceronte y con Jamies y Naimbroth en su espalda, echó a correr en la dirección opuesta. Igor lo siguió montado en su huargo junto con Jinei, y Hegrael que era el más veloz iba corriendo a pie junto a ellos.

La roca, que había desaparecido sobre las copas de los árboles, cayó sobre Jaimies y Naimbroth, dejándolos inconscientes instantáneamente. Hegrael corrió hacia ellos y los subió rápidamente sobre Reggae Shark, aún en forma de rinoceronte, y continuaron la huida.
Dado que los gigantes eran más altos que los árboles no pudieron ver hacia dónde iban y lograron perderlos.

Pero no fue gratis, pues el impacto de la roca le había dado a Jamies en el único brazo que le quedaba sano, destruyéndolo completamente hasta el codo. Esto lo dejó sin sus extremidades superiores y ganándole el título de "toquito".

Luego de salir del bosque se tomaron un breve descanso en el cual prestaron atención médica a Jamies y Naimbroth, y donde le ataron el báculo a Jamies en el brazo, ya que era imposible realizar hechizos sin sus manos.

Un poco abatidos, pero no derrotados, el grupo bordeó el bosque y continuó el ascenso en busca del maldito troll que ya les empezaba a salir bastante caro.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Capítulo 8 - Depósitos explosivos

Encontrarlo fue fácil. El problema era llegar hasta él, ya que moverse por la ciudad es bastante más difícil cuando uno es buscado por matar seis guardias y un oficial frente a testigos.

En uno de los tantos callejones de la zona portuaria se encontraba el depósito donde se escondía Hotis, depósito que pertenecía a la compañía pesquera dueña del barco en el cual se fugaría en la noche. Sabían que había contratado un grupo de mercenarios, por lo que sabían que la zona estaba bajo vigilancia. Si veían a cualquiera de la tripulación se daría a la fuga y sería difícil volver a encontrarlo.

La fortuna estaba con el grupo, pues el Rebuque Infernal tenía un nuevo tripulante: Hegrael, un viejo amigo de Chen-Kuo, quien en conjunto con Reggae Shark en forma de gato pudieron explorar la zona y identificar al objetivo por una de las ventanas. También pudieron identificar a los dos arqueros que merodeaban los techos con un ojo en ese callejón.

Volvieron con el grupo y planificaron una emboscada. Mientras uno generaba una distracción que los hiciera bajar al depósito a informar lo sucedido, los demás estarían esperando ese momento debajo de uno de los techos para liquidarlos. Una vez hubieran hecho esto entrarían en el depósito y matarían a todas las personas que encontraran adentro. Sólido.

El primer problema se dio cuando los vieron tratando de esconderse bajo el techo. Las flechas comenzaron a llover del cielo mientras intentaban treparse o lanzaban hechizos. Eventualmente lograron salir victoriosos, pero cualquier intento de sigilo ya se había perdido.

Dadas las circunstancias, Jinei se paró frente a la puerta y la derribó de una patada.
Es una lástima que no tuvieran ningún tipo de ladrón o infiltrador en el grupo, pues hubieran podido detectar el cable que conectaba la puerta con un barril de pólvora.
El barril estalló, destruyendo la puerta y varias cajas cercanas, y enviando a Jinei volando por los aires.

Esto era ahora un desafío.

Lentamente entraron en la habitación, buscando trampas y cualquier señal de vida, pero solo se encontraron con una pared de cajas enorme en frente suyo, y un estrecho espacio para pasar por la derecha hacia el fondo del depósito. No se veía a nadie, pero sería correcto asumir que ya sabían que alguien había entrado.

Cautelosamente se acercaron al final del muro de cajas y asomaron la cabeza. El muro continuaba unos cuantos metros hacia la profundidad, con 2 barriles de pólvora al final cubriendo ambos lados del pasillo. Hegrael decidió trepar por las cajas mientras todos los demás echaron a correr hacia el fondo a toda velocidad.

Apenas asomaron la cabeza, una vola de fuego hizo estallar todo a la mierda. Igor, Jinei, Reggae Shark y sus osos mágicos todos salieron volando hacia atrás. Los osos murieron y eso dejó a los demás expuestos, además de poner a Reggae Shark de muy mal humor.

Pero no había sido suficiente, pues el líder de los mercenarios era más que un simple arquero. Cargó 3 flechas y las disparó con algún tipo de magia arcana. El golpe no fue la perforación de una flecha sino más bien como si una bola de cañón les hubiera dado en el pecho, dejándolos aturdidos y desorientados.
Jamies y Naimbroth estaban ya al alcance y comenzaron a liberar todo su poder destructivo sobre los oponentes, nivelando la balanza.

Si bien estaba invisible nuevamente, al ser un lugar cerrado y pequeño fue fácil dar con el mago. Jamies disparó una bola de fuego contra unas cajas en el fondo, haciendo que se desmoronaran. El mago estaba cerca y recibió el impacto, perdiendo la concentración en su hechizo de invisibilidad y cayendo al piso. Era gordo, viejo y pelado. Una cosa decepcionante.

Fue ahí que Hegrael salió de su escondite, cayendo con toda su furia ninja sobre Hotis. Apenas tres rápidos golpes en el pecho fueron suficientes, golpes que hubieran destruido una pared de concreto y claramente fueron suficientes para destruir enteramente la caja torácica del mago.

Ahora solo quedaba el mercenario líder y uno de sus minions.

—¡Nos rendimos! —se apresuró a decir el líder.

—De rodillas, y tiren todas sus armas hacia aquí —dijo el capitán, tomando el control de la situación.

—Lucharon bien, así que tienen dos opciones. O trabajan para nosotros, o pierden la cabeza —ofreció el capitán, a quien le gustaba desafiar la creencia popular de que este era un grupo de piratas sanguinarios

Los mercenarios se miraron por un momento indecisos.

—¿Qué implicaría trabajar para ustedes? —preguntó el otro mercenario, con un tono más de curiosidad que de miedo.

—Navegar por los mares y hacerse con el mundo —dijo el capitán, con vítores y entusiasmo del resto de la tripulación.

—Pero ... yo tengo familia ... no puedo dejarla—dijo el líder mercenario —quizás si....

Antes de que pudiera continuar fue decapitado por Jinei, imposibilitando la continuación de su súplica.

—Qué cagada viejo —dijo el capitán— ¿Y vos?

—Yo no tengo familia... —respondió el otro rápidamente.

—No te veo muy entusiasmado ...

—¡Así que me encantaría! Mi nombre es Dermot, a su servicio.

lunes, 14 de marzo de 2016

Capítulo 7 - Problemas locales

La puerta de la torre estaba abierta cuando llegaron al día siguiente.

Despacito y con cautela se metieron. Sobre el centro de la habitación se encontraban los restos que anteriormente formaban el golem protector, pero fuera de eso estaba ahora enteramente vacía.

Mientras discutían entre ellos qué hacer escucharon unas voces que provenían de la escalera a su derecha. Voces toscas, brutas. Voces que no pertenecían a Hotis. Se armaron y esperaron a ver quién venía.

De la escalera emergieron varios guardias seguidos por un oficial. Fue instantáneo deducir que Hotis se había esfumado, y esto los puso de un humor furioso.
Qué tontos fueron al creer que cumpliría con su palabra. Por qué lo haría?

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó el oficial. Lamentablemente su tono que intentaba ser autoritario sonó más bien parecido al chillido de un animal atrapado.

El grupo se abalanzó sobre los guardias sin siquiera responder. Alguien tenía que morir rápidamente para calmar un poco los nervios y poder pensar con claridad qué hacer. Los guaridas no estaban capacitados para luchar contra la tripulación del Rebuque Infernal y sucumbieron rápidamente, excepto por el oficial que se dio a la fuga.

Igor, quien era el que más desquiciado estaba de todos en este momento, lo salió a correr por la calle hasta alcanzarlo y asestarle un golpe en las piernas, fracturando ambos huesos y haciéndolo caer al piso. El oficial intentó reincorporarse, pero con sus piernas destrozadas apenas logró sostenerse con los brazos y llegar a una posición casi sentado.

—Detente, soy Cosco, oficial de la guardia! —chilló— ¡No se hacen una idea los problemas que van a tener por esto!

—Ahh, ¿así que sos Cosco? —dijo Igor, acercándose lentamente mientras arrastraba el extremo de su mayal por el piso y le dedicaba una macabra sonrisa.

—¡No por favor!¡Déjame vi...! —balbuceaba Cosco cuando el mayal le dio directo en la cara, deteniendo cualquier flujo de palabras,

Cosco cayó de espaldas al piso y se golpeó la cabeza. Tenía la nariz rota y sangrando, y varios de sus dientes se encontraban desparramados en su vecinidad. Sus ojos estaban en blanco, dados vuelta, y su pecho hacía un gran esfuerzo tratando de respirar, por lo que no pudo ver a Igor acercarse a rematar el trabajo.
Pero no lo remató de un golpe, sino que le dio en la cabeza hasta que le quedó hecha una pulpa, totalmente irreconocible.

Fue entonces que el resto de la tripulación los alcanzó. Luego de ver el enchastre que quedó en la calle fue que desviaron su atención hacia las cinco personas que estaban observando lo que sucedía.
Una mirada fue suficiente para hacer que echen a correr en todas direcciones, y ya iba siendo hora de que el grupo hiciera lo mismo.

Había que encontrar a ese mago a como de lugar, así que era hora de empezar a romper algunas cabezas.

jueves, 10 de marzo de 2016

Capítulo 6 - La torre del mago

Entrar en la zona universitaria fue fácil, pero la torre de Hotis estaba en una zona bastante transitada y era difícil acercarse sin levantar sospechas. Por varios días estudiaron los horarios de Hotis, de su esposa o novia o asistente, quien sea que fuere, y de los guardias que patrullaban la zona.
Estaba difícil.

Baxter los puso en contacto con un estudiante que se ofreció a ayudarlos. Con sus conocidos de la Universidad organizaron una fiesta y la promovieron durante 3 días, repartiendo papeles de invitación y contandole a la gente que se cruzaban por la calle, todo con tal de lograr que Hotis saliera de su casa, pero incluso no dio resultado.

Por otro lado, la mayor parte de la gente estaba en la fiesta, entonces quizás podrían entrar sin ser detectados. Era hora de hacer lo que sabían hacer mejor.

La puerta de madera crujió al ser derribada de una patada, y crujió nuevamente cuando la tripulación pasó sobre ella para entrar en la torre.

Una enorme estatua con vida los recibió. Medía casi 3 metros y sus puños eran del tamaño de sandías. Sandías de piedra. Al parecer Hotis estaba preparado para incursiones en su hogar.

La bestia intentó pisar a Jinei y luego a Igor mientras intentaba agarrar a alguien, pero sus movimientos eran lentos y fáciles de predecir. Aún así cuando lograba acertar un manotazo enviaba a alguien volando por los aires. Encima era durísima y no sentía ningún tipo de dolor, por lo que dio pelea al 100% hasta que fue desensamblada a golpes.

A la derecha de la puerta de entrada se encontraba la escalera que subía al siguiente nivel circulando al rededor de la torre, una escalera angosta que dejaba bastante vulnerable a quien quisiera atravesarla.

El segundo piso contenía una pequeña biblioteca, sillones, y una meza con un ajedrez. En el centro de la habitación estaba de pie -más bien estaba levitando- una especie de fantasma o entidad mágica.

—Bienvenido nuevamente, maestro Hotis.

El grupo observó estupefacto al espíritu sin poder comprender qué quería decir.

—Hola —se aventuró Jamies — vamos hacia arriba.

—Por supuesto. Pero primero una partida de ajedrez, para verificar que es usted realmente.

En esta manga de brutos, nadie sabía jugar ni al roba montón. Excepto Jamies , quien habiendo estudiado en la universidad estaba familiarizado con el juego.

El espíritu colocó las piezas en orden y se sentó de un lado, Jamies del otro. Poco a poco las fichas iban desapareciendo del mapa, hasta que el espíritu cometió un error fatal del cual Jamies supo aprovecharse, y consiguió la victoria. El espíritu aceptó su derrota y los dejó continuar hacia el siguiente nivel.

Mientras subían podían escuchar los ruidos de Hotis gritándole a la mujer que vivía con él, que empacara y se apurara y demás. Al llegar al tercer nivel la vieron frente a un pequeño laboratorio de alquimia, lleno de frascos, tubos de ensayo, e incluso partes de animales muertos. Se giró hacia el grupo y quedó paralizada con una poción en cada mano, incapaz de reaccionar.

Igor dio un paso hacia adelante y la mujer salió corriendo como loca hacia la escalera para subir. Decidieron ignorar el pequeño laboratorio y perseguirla.

En el cuarto piso solo encontraron una gran armadura decorativa en el centro de la habitación.

—Por qué quieren matar a Hotis? —dijo una voz masculina.

La voz resonó en las paredes. Evidentemente provenía de esta habitación, aunque no había nadie.

—Muéstrate, cobarde! —gritó Jinei, que ya empezaba a recorrer la habitación con la esperanza de chocarse contra el mago. En vez de darse contra el mago, se dio contra una bola de fuego que le explotó en medio del pecho. El estallido envió a todos volando hacia atrás, dándole tiempo a la armadura a cobrar vida y avanzar sobre Igor, quien se encontraba más cerca.

—A la mierda —alcanzó a decir alguien.

No estaban preparados para luchar contra un enemigo invisible, y nadie sabía qué hacer.
La armadura levantó un puño metálico enorme e intentó golpear a Igor, pero este esquivó hacia el costado al mismo tiempo que revoleaba su mayal y la golpeaba en la pierna. La armadura apenas sintió el impacto y continuó atacando implacable.

Reggae Shark saltó a la defensa, en forma de un enorme oso polar, y detrás de él Naimbroth, invocando los poderes del mismo infierno, disparando misiles sobrenaturales sobre la armadura.

Jamies y Jinei decidieron intentar dar con el mago.
Jamies lanzó una bola de fuego hacia el lado opuesto de la habitación. El estallido sacudió la torre entera, enviando pedazos de pared y techo volando en todas direcciones, pero era difícil saber si el mago sufrió el impacto, pues seguía invisible.
Jinei comenzó a revolear su espadón por todas partes, con movimientos erráticos y poco predecibles, intentando dar con el mago accidentalmente, pero no tuvo suerte.

Si bien el mago tenía la ventaja por ahora, sabía no le duraría mucho y necesitaba terminar este combate rápido.
Una tormenta de hielo se apoderó de la habitación, congelando la sangre de todos y formando una fina capa de hielo en el piso, que dificultaba el movimiento. Los trozos de pared que habían por el piso comenzaron a moverse con el viento, formando un pequeño tornado de hielo y roca y llevándose todo a su paso. Un bloque de hielo del tamaño de un puño le dio en la cabeza a Igor, enviándolo inconsciente al piso.

El asalto a la torre no iba bien.

Naimbroth y Reggae Shark continuaron luchando con furia contra la armadura, asestándole golpes y hechizos por todos lados y poco a poco abollando sus uniones y entorpeciendo sus movimientos, pero la armadura continuaba en pie.
Jaimies y Jinei continuaron barriendo la habitación con espadazos al aire y hechizos de área, y cada vez que el mago realizaba algún hechizo intentaban dirigir sus ataques a la zona de su origen, pero sin suerte.

Poco a poco los ataques del mago se volvían más débiles, dejando en evidencia que se estaba cansando. Aún había esperanza.

La armadura no estaba pudiendo contra Reggae Shark en forma de oso, por lo que se abalanzó sobre Naimbroth, quien ya estaba herido. No esperaba ser atacado, por lo que el impacto le dio en medio del pecho, tirándolo de espaldas en el piso y dejándolo sin aire. Su vista se nubló y sus ojos se cerraron, dejando escapar lo poco que le quedaba de aire en los pulmones. Estaba fuera de combate.

Reggae Shark vio como su compañero caía, haciéndolo entrar en un frenesí de furia poco común en él. Se abalanzó sobre la armadura con todo su cuerpo, tumbándola al piso y tirándose encima de ella. Con los dientes le abrió un agujero en el pecho de la armadura, y con sus garras abrió este agujero hasta revelar el vacío que se encontraba en el interior. La armadura se retorció y quedó inerte, tan solo una pila de metal doblado y destruido.

Los que quedaban en pie en el grupo estaban agotados, heridos, y con la moral baja. Igor y Naimbroth aún estaban con vida, pero eso no se mantendría si no salían de ahí pronto.

—¡Tregua! —gritó el mago en ese preciso momento. —Si me dejan ir, les daré todo lo que tengo. Es mucho más de lo que sea que les estén pagando, ¡lo aseguro!

—¡Aceptamos! —se apresuró a responder Jamies , quien sabía que el mago al que se enfrentaban era más poderoso que él.

—Vengan mañana por la mañana, tendré todo pronto y luego me iré.

Pasaron varios segundos de silencio en los que nadie sabía cómo proceder. Jamies tomó la iniciativa de acercarse a Naimbroth y comenzar arrastrarlo hacia la escalera. Los demás siguieron su ejemplo, y a rastras se llevaron a los demás de la torre.

No fue una victoria. No fue una derrota. Francamente, nadie sabía qué carajos había sido todo eso. Pero un acuerdo se hizo silenciosamente, una idea que se transmitió con tan solo mirarse los unos a los otros. Hotis tenía fecha de expiración.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Capítulo 5 - Un asesino culto

Reparar el barco iba a tomar todo el día, por lo que tuvieron tiempo de recorrer Nargor y buscar alguna oportunidad de trabajo.
Fue conversando con Duncan que esta oportunidad apareció. Cuando estaban vendiendo algunos objetos que habían robado en el Bastión, la bolsa de dinero que Duncan les entregó contenía una nota de una persona misteriosa pidiendo reunirse con ellos.

—Están aquí por la nota —dijo Morgan—. Hmmm, quizás tengamos algo de qué hablar.

—Estoy escuchando —dijo Naimbroth.

—El archipiélago es un lugar ocupado. Guerra, piratas, y otras catástrofes. Mucha gente que no se lleva bien. A veces de verdad no se llevan bien, y quizás quieren hacer algo al respecto.

La propuesta comenzaba a sonar interesante.

—Y dónde entramos nosotros en eso?

—La gente que se encarga de ese tipo de cosas puede andar muy ocupada, y a veces no se tiene a quién recurrir cuando uno anda corto de personal.

—Excelente. Como funciona esto entonces?

—Te entrego un pergamino. Lo lees, y aprendes sobre alguien interesante. Si un día te enteras que le ocurrió algo, algo ... desafortunado, entonces vienes a hablar conmigo y te doy algo de dinero por ... hacérmelo saber.

—Y si decido no hacer nada?

—Si no te gusta lo que hay en el pergamino, no hagas nada. Quizás esa persona tenga un accidente y otro venga a contármelo todo.

—Venga, dame ese pergamino.


Hotis. Un mago de Venore que había decidido abrir su propio emporio de objetos fantásticos, y al parecer a la competencia no le hizo gracia. Ofrecían 4000 monedas de oro por él, y a la tripulación le brillaron los ojos.

Venore se encontraba sobre la costa norte de Vandura, la isla más grande que se encontraba al sur. La ciudad de los magos, le llamaban, porque ahí estaba la Universidad de Magia y por ende tenía la mayor concentración de magos en el archipiélago.

Normalmente el viaje tomaba 6 días en barco, dirigiéndose primero hacia el este por la costa de Kharos, la isla donde se encontraba Nargor, luego hacia el sur por la costa de Zao, la isla montañosa donde se encontraba Kazordoon, la ciudad de los enanos, y luego de vuelta hacia el oeste por la costa de Vandura, la isla más grande donde se encontraban Thais en la punta este, Venore en el centro, y Carlin al oeste.

Sin embargo la tripulación estaba ansiosa y decidió aprovechar las habilidades de Jinei como navegante, quien jamás se perdía en el mar, y cortaron camino a través del mar de los monstruos, reduciendo el viaje a tan solo 4 días.

Afortunadamente no se encontraron con ninguno de estos monstruos fantásticos, fuera de una gran ballena a la cual no pudieron cazar. Desafortunadamente no se encontraron con ningún barco mercante al cual saquear, tampoco, ya que esta no era una ruta comercial. Ni siquiera era una ruta.

Llegando a Venore los problemas comenzaron a aparecer incluso antes de atracar. La tripulación ya miraba con asco esta ciudad "de la civilización", en donde solo el papeleo para poder atracar costaba 200 morlacos, más una cuota de 50 por cada día que estuviera en el muelle. Sin embargo estaban aquí para hacer un trabajo, y era mejor seguir las reglas y no comportarse acorde a su naturaleza salvaje y caótica.

Los muelles de Venore estaban divididos en dos secciones, la parte baja y la parte alta. La parte alta era un asco de limpieza y orden, en donde la gente civilizadamente hacía sus negocios y cargaba su cargamento legítimo abordo de sus legítimos barcos. La parte baja era todo lo contrario, donde la seguridad era más escasa y donde la gente pobre podía acceder.
Es a esta sección del muelle a la que se dirigieron, porque debían encontrarse con Baxter, el encargado de una taverna de mala muerte y quién los podría orientar un poco en la ciudad.

Baxter era un hombre no muy corpulento pero sí panzón, con una pelada que brillaría si no estuviera llena de mugre. Estaba detrás de la barra limpiando unas jarras de cerveza con un trapo que parecía haber sido usado para limpiar el interior de un cañón.
Baxter tomó seis de estas jarras "limpias" y las dispuso sobre el mostrador.

—Qué van a llevar? —preguntó.

—Dame lo más fuerte y barato que tengas —dijo Jaimies, y Reggae Shark se unió al pedido.

—Licor de la Ciénaga entonces. Los demás?

Jaimies y Reggae Shark se bajaron el trago de fondo blanco y casi se les dan vuelta los ojos.

—Para nosotros nada —dijo el capitán—, venimos buscando a Baxter.

—Vienen de parte de Cosco? díganle que el pago se atrasó un poco pero que lo voy a tener pronto para el viernes!

La tripulación intercambió miradas, excepto Jaimies y Reggae Shark que tenían un pedo azul y ni podían ni enfocar la vista.

—No, venimos de parte de un amigo en el norte, en Nargor, que dijo que podias ayudarnos con un pergamino ...

Baxter sonrió, mostrando unos dientes que ya habían dejado de ser amarillos para pasar a ser totalmente marrones, del color de la madera mugrienta de la barra. Mirando detenidamente vieron que faltaba un pedazo de madera en una de las esquinas de la barra, y se preguntaron si habría una conexión allí...

—Ahh, colegas de Morgan entonces. Por favor, pasen a mi oficina —dijo señalando a una mesa que se encontraba en el rincón.

domingo, 6 de marzo de 2016

Capítulo 4 - El Bastión de Plata

Había que encontrar una forma de salir, y rápido. Los gritos de Naimbroth se escuchaban desde aquí, y terminaron de despertar a los demás presos. Uno de estos presos era Donal, un enano ingeniero, y otro era Igor Kasparov, un humano paladín que había roto su juramento.

El enano decía tener una forma de salir de las celdas y que el único motivo por el cual no lo había hecho aún era que no podía escapar solo.

Se quito la camisa, revelando un peludo y malnutrido cuerpo de enano, y procedió a orinar sobre ella. Luego la tomo de ambos extremos y la torneo, creando un trapo bastante resistente. La coloco alrededor de 2 barrotes y comenzó a tornear ambos extremos, lentamente apretando los barrotes entre si como si estuvieran hechos de manteca.
Este tipo tenia habilidades practicas importantes para un grupo como este. Si sobrevivían, le iban a ofrecer un trabajo.

Jinei fue el designado a inaugurar la matanza. Cuando el guardia inspector pasaba frente a su celda abrió la reja a toda velocidad, empujándolo y haciendo caer al piso. Rápidamente todos salieron de sus celdas, se hicieron con la espada y escudo del guardia, y luego lo mataron.

Abrieron la puerta por la que se llevaron al capitán de una patada, listos para enfrentarse a cualquier cantidad de guardias. Por suerte la magia ya volvía a funcionar, por lo que no fue problema hacerse cargo de los débiles guardias que jugaban a las cartas.

Los gritos venían de la puerta a la izquierda, donde entraron corriendo. Desgraciadamente Jaimies se emocionó con la batalla y entró primero en la habitación, donde un hombre albino de gran tamaño le pulverizó un ojo de una piña y lo dejó inconsciente en el piso.
Rápidamente despacharon a los asistentes, pero al torturador se lo dejaron a Naimbroth para que se divirtiera.

Sin entrar en detalles, se podría decir que primero le corto todos los dedos, luego las manos, luego hasta los codos, luego los pies a la altura de los tobillos, luego de las rodillas, luego sus genitales, el resto de sus brazos y piernas, y luego la cabeza. Lo dejaron ahí, junto a sus instrumentos. Justicia poética.
Todo esto por haberle cortado 2 dedos a Naimbroth, ahora también conocido como "el ocho dedos", y por haberle pinchado un poco la pansa.

Fue así que Naimbroth, Igor Kasparov, Reggae Shark, Jinei, Jaimies, Lyonel y Donal decidieron que era hora de recorrer el castillo como la parca, llevándose todas las vidas que cruzaran su camino, hasta encontrar sus pertenencias y huir. Afortunadamente estaban en un calabozo bastante profundo por lo que no los habían escuchado y aún mantenían la ventaja de la sorpresa.

Subieron por una escalera que daba a un comedor, donde unas pobres almas infelices disfrutaban de su última cena. Rápidamente encontraron la salida del castillo, pero no querían irse sin sus cosas. Subieron al segundo piso donde encontraron al comandante del lugar y su segundo al mando, protegidos de varios guardias más.
A diferencia de los pobres idiotas anteriores, este grupo de bienhechores estaba preparado para el combate e hicieron una noble última carga.

Por desgracia para ellos no estaban lo suficientemente preparados y terminaron por sucumbir ante la tiranía, aunque no sin antes tomar la vida de Gaspar y el brazo de Jaimies, el cual fue amputado a la altura del hombro.

Del cadáver del comandante tomaron la llave de su habitación, que se encontraba a unos pocos metros por el pasillo, donde encontraron todas sus pertenencias además de una hermosa y grande bolsa de dinero. Parecía que este paladín no era tan santo después de todo.
Lo que quedaba era recuperar el barco y huir.

Saliendo del castillo se podía ver como el camino descendía por la montaña hasta un pequeño valle donde se encontraba el resto de la fortaleza: una carpintería, herrería, campo de entrenamiento, caballeriza, puerto, y hasta una estatua. Un fuerte viento soplaba y anunciaba la tormenta que se venía. Sus vistas se alzaron y pudieron ver al Rebuque Infernal en la costa, pero del galeón no había ni rastro. Aún había oportunidad.

En el centro del valle la mayoría de los soldados estaban en formación, quizás en algún tipo de entrenamiento o algo, lo que explicaba el bajo nivel de seguridad que habían encontrado hasta ahora.
Con mucho cuidado y sigilo comenzaron a descender por la zona rocosa, fuera del camino, hasta llegar al agua.

Un poderoso mago estaba utilizando magia para reparar el barco, e incluso mejorarlo, así que decidieron que lo más inteligente era dejarlo terminar. Por suerte se fue a tierra después de terminar y no necesitaron pelear contra él.

Nadaron despacio hacia el barco y comenzaron a trepar por uno de sus costados. Como a Jaimies le faltaba un brazo lo ataron a Igor, quien no tenía problema en llevarlo a rastras.
En la cubierta se encontraron con otro paladín, otro de esos lanceros extremadamente molestos, y varios soldados comunes.

El paladín enemigo hizo que Jaimies se cayera por la borda, pero Igor continuó luchando incluso con todo este peso tirando de él. Se movía por el campo de batalla llevándolo a rastras y haciendo que se golpee contra el casco del barco. Uno podría decir que lo carreo.

Luego de una breve escaramuza el barco volvía a ser suyo. Mientras el capitán se ponía al timón y los demás izaban las velas y se preparaban para la huida comenzaron a sonar las campanas en la fortaleza. Se ve que alguien encontró el rastro de cadáveres que dejaron por todos lados y sonaron la alarma.

Fue en este momento que notaron la presencia de varias torres con cañones, y que el puerto no daba al mar sino a un pequeño río que surcaba las posiciones de estas torres.

Bajo fuego enemigo y con poco espacio de maniobra descendieron por el río, tratando de sobrevivir a los cañonazos que recibían y matando al ocasional arquero que se aparecía entre las rocas. Todo parecía ir bien, hasta que lograron salir al mar y vieron al galeón esperándolos, con una tormenta acercándose a toda velocidad.

Hay un momento en la vida de todo individuo en el que uno debe plantarse ante la adversidad, bajo cualquiera de sus formas, y dar todo de sí.
Excepto, claro, que este no era uno de esos momentos.

Esta era la hora de que Reggae Shark tomara el control. Se quedó de pie en medio del barco, un dragonborn tranquilo en medio del caos que era el Rebuque Infernal, con solo 6 otros integrantes vivos.

Se concentró en las fuerzas de la naturaleza a su alrededor, hasta encontrar el corazón de la tormenta. Sintió su eléctrica fuerza recorrer su cuerpo, y comandó estas energías para crear una ola gigante, la madre de todas las olas, y llevarse al galeón hasta el fondo del mar.

El galeón salió de su formación de ataque y se alejó, entendiendo el riesgo de la situación. Fue en este momento en que se dieron cuenta que la ola también arrasaría con el Rebuque Infernal si se quedaban quietos.

Pero no era momento de dudas. Era momento de enfrentarse a la ola y que sea lo que los demonios quieran.

El muro de agua se acercaba hacia ellos amenazante, y al acercarse el barco comenzó a inclinarse hacia adelante.

—¡Agárrense de algo! —alcanzó a gritar el capitán, aunque no era necesario aclararlo.

El barco continuaba inclinándose hasta estar casi vertical, y fue ahí cuando rompieron la cresta de la ola y el barco se encontró suspendido en el aire por un instante. La sensación de falta de gravedad recorrió las tripas de todos mientras se aferraban a las cuerdas y barandas con desesperación, hasta que el barco impactó contra el agua nuevamente.

El choque hizo que todos cayeran al piso abatidos, pero el barco aún flotaba, aún se movía, y su tripulación aún respiraba.

Era hora de emprender el regreso a casa.

sábado, 5 de marzo de 2016

Capítulo 3 - Un paseo por el calabozo

Estaban jodidos.

Las capuchas sobre sus cabezas les impidieron ver el lugar al que los estaban llevando. Solo sabían que estaba bastante por encima del mar, y era algún tipo de fortaleza.

Lo primero que vieron al quitarles la capucha fue el interior de una celda. Rápidamente descubrieron que todos los efectos mágicos estaban anulados ahí dentro también, por lo que las opciones eran limitadas.

Se pasaron la mayor parte del día encerrados ahí, sin comida ni agua ni nada más que hacer que hablar entre ellos. Afortunadamente las celdas no eran totalmente cerradas por lo que podían verse y conocer algunos de los otros prisioneros. Esto no era muy alentador, porque el aspecto de estos prisioneros daba un adelanto de cosas no muy agradables por venir.

Eventualmente vinieron a buscarlos. Primero se llevaron al capitán, encapuchado y arrastrando los pies. Uno de los presos hizo un gesto de dolor cuando se cerró la puerta metálica por la que se lo llevaron.

Lo llevaron a una habitación contigua. Sintió una pesada puerta cerrarse tras de él, y sintió un cerrojo trancarla por dentro. Lo sentaron bruscamente en una silla y le quitaron la capucha mientras ataban sus manos a una mesa, dándole tiempo a apreciar la situación.

Tenían dos mesas preparadas especialmente para él. La mesa que tenía en frente estaba vacía, salvo por las correas que lo sostenían y otras más con las cuales poder atar a alguien acostado sobre la mesa. Debajo de sus manos habían varias rasgaduras de uñas.
Dirigió su mirada hacia la otra mesa y lo que vio no fue muy alentador. Tenía un montón de utensilios filosos y puntiagudos de distintos tamaños, que variaban desde una diminuta aguja a un hacha de carnicero extremadamente afilada, todos perfectamente organizados y distribuidos, cada uno limpio y afilado.

No pintaba nada bien.

Desafiante hasta el final Naimbroth escupió en la cara del viejo que se encontraba ante él. Un viejo decrépito con un bastón apoyado a su costado.

—Qué incivilizado —dijo, limpiándose con un pañuelo. —Así es como quieres empezar?

Naimbroth permaneció en silencio, decidiendo no presionar su suerte por el momento.

—Frost —dijo el anciano— podrías darme una mano?

Un largo y corpulento brazo se extendió desde detrás de él hasta sostenerle la muñeca firmemente a la mesa, mientras otro enorme brazo lo agarraba por el cuello. Naimbroth estaba totalmente inmobilizado.

—Severard, creo que comenzaremos con el hacha —dijo el anciano.

Un delgado hombre con aire despreocupado apareció entre las sombras, acercándose a la mesa donde se encontraban los utensilios, y con la sonrisa de un niño eligiendo dulces tomo el hacha y se la entregó al anciano, mango primero.

El anciano sonrió mientras la tomaba, mostrando sus encías donde apenas 7 dientes quedaban.

—Veamos cuál de tus dedos extrañarás menos.

viernes, 4 de marzo de 2016

Capítulo 2 - El S.S. Hemingway

Si el botín no viene en moneda, hay que pasarlo a moneda. Es aquí donde entra el maestro comerciante Duncan, un hombre de mundo, que compra y vende prácticamente todo por el precio adecuado. Se iba a conseguir un buen precio vendiendo la armadura de Telios, pero se terminó consiguiendo algo aún mejor, pues la armadura tenía en su interior una carta astutamente escondida, dirigida a su antiguo dueño.

La carta hablaba de un barco, el S.S. Hemingway, que llevaba cargamento de armas y armaduras camino al Bastión de Plata, una fortaleza de ubicación aún desconocida, y que estaría pasando por Nargor para que Telios pudiera unirse a la expedición. El barco venía por una ruta alternativa, la cual estaba detallada en la carta.

Estaba clarísimo que esto era una oportunidad de agitar aún más la colmena, y no se necesitó pensar mucho. Era hora de la iniciación. En vez de vender la armadura, la cambiaron por varios barriles de pólvora y balas de cañón, y se dirigieron al mar.

Lamentablemente antes de zarpar Chen-Kuo anunció que no continuaría con el grupo, que se dio cuenta que esta vida no era para él, y fue reemplazado por Gaspar de Rivera, pirata con experiencia y hábil tirador.

Navegaron con suavidad y sin prisa, pues al S.S. Hemingway le faltaban aún varios días. Cerca de la península este de la isla de Nargor fue donde se detuvieron, suficientemente cerca de la costa para camuflarse mejor. En silencio y a oscuras esperaron.

La ansiedad era palpitable. La tripulación estaba intranquila, atenta, tensa. Era la primera vez que asaltarían un barco, excepto claro para Gaspar, quien estaba sentado sobre un barril fumando de su pipa relajadamente.

La noche se estiraba larga y oscura como un manto estrellado sobre ellos, hasta que una nueva estrella apareció en el horizonte. No una estrella, sino luces. Un barco.

La tripulación se agitó, nerviosa, buscando sus armas y preparandose para lo que se venía. Aprontaron los barriles de pólvora y balas junto a los cañones, y luego se quedaron quietos como estatuas mientras esa luz, esa oportunidad, se acercaba desde el horizonte.

Cargaron los cañones y se prepararon a disparar, aún en silencio y bajo el manto de la noche, hasta que el barco enemigo estaba a rango de tiro. A esta distancia se podía distinguir su tripulación relajada y descansando, sin prestar mucha atención a sus alrededores.

BOOM!

Los cañones dieron un estallido, impulsándose hacia atrás, mientras las balas desaparecían en la distancia. Fueron dos segundos -quizás los más largos de sus vidas- hasta que se escuchó la madera crujir en la distancia. Habían acertado!

La tripulación del S.S. Hemingway era ahora una tormenta de caos y terror. Los marineros corrían en todas direcciones gritando y desorganizados. Pero no todos. Unos pocos héroes, manteniendo la cabeza fría, prepararon los cañones para devolver el fuego.

BOOM!

Segunda ronda de disparos, esta vez con menos aciertos, pero una de las balas logró perforar el casco del S.S. Hemingway. La bestia estaba herida.

Hurra! gritó la tripulación, y todas las miradas estaban fijas en el premio.

BOOM!

El S.S. Hemingway devolvió el fuego, con una tripulación ahora más despierta y preparada de lo esperado. Su capitán estaba reuniendo a la tripulación y tomando riendas sobre la situación. No iban a caer sin dar lucha.

Los disparos continuaban en ida y vuelta mientas bajo las órdenes del capitán Naimbroth comenzaron el acercamiento para el abordaje.
Es aquí donde se necesitaba el disparo más importante. Se tomaron su tiempo para apuntar, pues este disparo era el que marcaría la diferencia. Si lograban destruirle el mástil, la victoria estaba asegurada.

Cargaron los cañones, apuntaron y ...

BOOM!

La madera crujió y sufrió, y en un momento de silencio ambas tripulaciones pudieron ver como el mástil del S.S. Hemingway se inclinaba hacia estribor. Lento al principio, con esporádicos crujidos de madera, para luego comenzar una rápida caída hacia el cruel y frío mar.
Una herida fatal, que anunciaba la hora del marronazo final.

Con el S.S. Hemingway inmobilizado, bordearon la línea de fuego se acercaron desde atrás, espadas en mano y cuerdas prontas para el abordaje. Los barcos chocaron, y los que estaban parados sobre el borde volaron hacia el S.S. Hemingway como bestias de la noche sedientas de sangre.

Fue en este momento en que apareció el Terror de los mares, un galeón enemigo que les había tendido una trampa. Sabían que con Telios muerto y la carta desaparecida el cargamento corría peligro, y decidieron tenderle una trampa al enemigo y al mismo tiempo descubrir quién lo había matado. Se habían escondido del otro lado de la península esperando precisamente por este momento.

Con el combate en curso la retirada ya no era una opción. Lograron vencer y tomar el control del S.S. Hemingway con relativa facilidad, pues la mayoría de su tripulación había muerto antes del abordaje, pero para cuando lo habían logrado el Terror ya estaba casi sobe ellos.
Desde el S.S. Hemingway pudieron ver con horror como el gran galeón embestía su propio barco, alejándolo del S.S. Hemingway y sellando la trampa.

Heridos, cansados, y en gran desventaja de armamento, fueron tomados prisioneros.