domingo, 3 de abril de 2016

Capítulo 15 - Los crímenes de Hegrael

Una cosa estaba clara: nadie se iba de Venore sin el capitán. Pero antes de comenzar a elaborar el plan de rescate había que recuperar los brazos de Jamies, y rápido.

Sin tener al capitán para ir con la rutina del "ciudadano requerido a declarar", el grupo recayó a su técnica de resolución de problemas por defecto: la fuerza bruta.

Mientras Jinei, Reggae Shark y Jamies se escondían en la posada de Baxter, Igor y Hegrael se escabulleron por la ciudad y entraron al distrito de clase alta. Allí se quedaron en distintos techos buscando algún alto elfo que estuviera volviendo a su casa.
Hegrael fue el primero en encontrar uno.

Lo siguió hasta la casa, siempre utilizando el manto de la noche como su cobertura y manteniéndose a una distancia prudente. Lo vio entrar y ser recibido por su esposa y su pequeña hija, la viva imagen de una familia feliz. Pensó en su niñez creciendo sin padres y dudó si lo mejor era volver a su lugar de vigilancia, y así no tener que destruir ese núcleo familiar.
Rápidamente resolvió que eso no era posible. Se había comprometido con esta vida criminal y esta no era la hora de andar albergando dudas.

Buscó a Igor y volvieron a la posada con el resto del grupo. Allí les informó de su hallazgo, y se prepararon para asaltar la casa del elfo desprevenido.

—Muchachos, creo que es mejor es resolver esto sigilosamente —dijo Hegrael.

Igor acariciaba los pinchos de su mayal, tratando de sentir si este tenía sed de sangre esta noche.
—¿Por qué lo dices? —inquirió después de unos segundos.

—No queremos arriesgar a que arresten a más de nosotros —respondió Hegrael— y creo que seré capaz de matar al elfo y sacarlo de la casa sin ser detectado.

—Así que te crees pícaro —dijo Jamies— por mi está bien.

—Por mi también —dijo Jinei.

—Como quieran —dijo Reggae Shark.

—Vale —dijo Igor mientras miraba su mayal con aprensión— te acompañaré hasta allí en caso de que algo salga mal.

Así fueron entonces hacia la casa del elfo. Al llegar vieron que las luces ya estaban apagadas al igual que en la mayoría de las casas de la cuadra.

Hegrael se había pasado los últimos días entrenando sus sentidos al punto de poder detectar fuentes de calor, incluso detrás de las paredes, y así fue que pudo ver dos figuras adultas durmiendo juntas en el segundo piso, y una niña también durmiendo en otra habitación.

Con sus herramientas de ladrón destrancó la puerta delantera de la casa y entró, siempre atento a cualquier sonido o movimiento en el piso superior.

Muy despacio avanzó por la casa en busca de las escaleras que llevaban al piso superior. Sin darse cuenta apoyó su pie sobre un dibujo bastante tosco donde un caballero luchaba contra un dragón. A su alrededor vio varios dibujos más, donde héroes luchaban con bestias y salvaban princesas, todos hechos por la niña.
Hegrael sintió un vacío en el pecho. Tanto poder que poseían todos, y lo utilizaban de la forma más egoísta y destructiva posible. Una lágrima cayó por su mejilla mientras pensaba en la atrocidad que estaba a punto de cometer, pero fue interrumpido por un golpe repetido en la ventana.

Igor estaba asomándose y golpeando con el dedo en el vidrio para llamar la atención de Hegrael. Hegrael desvió rápidamente su mirada hacia el piso superior y se concentró en detectar las fuentes de calor, y se relajó al ver que todos dormían plácidamente.

Hegrael hizo señas de "¿qué pasa?" sin muchos ánimos de tener que lidiar con el paladín sádico.
Igor se llevo las manos a los costados de la boca y dijo en voz alta —¡Apurate viejo!

Por suerte no hizo falta decirle que se aleje, pues lo hizo solito mientras arrastraba la bola del mayal por el piso.

Hegrael decidió que esta familia ya estaba perdida, y era mejor que él matara al hombre en vez de que Igor mate a todos.

Subió al piso superior y encontró la habitación del elfo. Por suerte la puerta estaba abierta y pudo acercarse sigilosamente al costado de la cama.

La pareja dormía plácidamente, el alto elfo y su esposa humana. Qué vida difícil le esperaría a la niña media-elfa sin su padre.
Se acercó al elfo, colocó una mano a un centímetro de la boca del elfo y la otra la fue deslizando suavemente hasta ponerla en su nuca.

En un rápido movimiento retorció su cuello. El elfo no tuvo tiempo de reaccionar, y donde antes dormía despreocupadamente ahora yacía inerte sobre las sábanas amarillas.

El ritmo de la respiración de la humana cambió, y Hegrael temió haberla despertado. La humana se giró y extendió un brazo hacia el elfo, pero Hegrael lo sacó de la cama antes de que entraran en contacto.

Lo metió dentro de la bolsa mágica, al igual que hicieron con los dos medianos, y abandonó el hogar que acababa de destruir.

—Está hecho —le dijo a Igor que lo esperaba afuera.

Igor resopló disgustado.
—Vamos por Jamies entonces —dijo— Frans dijo que no podía tener más de treinta minutos muerto.

Hegrael dio un último vistazo a la casa pero no se animó a concentrarse en las fuentes de calor. Simplemente se giró y echó a andar sin mirar atrás.

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