martes, 27 de septiembre de 2016

Capítulo 20 - El gran escape, parte 4

Nadie esperoóa que el humo terminara de disiparse. Con un grito de guerra Jinei entró a toda velocidad levantando su espadón sobre su cabeza. La espada descendió hasta interceptar el brazo de un guardia que intentaba en vano sacar su espada de la funda, rebanándolo por completo y dejando al pobre infeliz chillando de dolor en el piso.

Detrás salieron Igor y Hegrael directo a otros 2 guardias que jugaban a las cartas, dejando a uno inconsciente y a otro con una gran contusión en la cabeza. Jamies lanzó una bola de fuego hacia el fondo donde 2 guardias habían interrumpido su charla mientras miraban estupefactos el despliegue de violencia, haciendo volar la mesa por los aires, junto con los 2 guardias.

Recién ahí se detuvieron a apreciar el lugar. Era como una gran habitación con otra más pequeña en el centro. Solo algunos guardias quedaban en pie, pero en el fondo pudieron ver a 2 magos haciéndose invisibles y preparándose para contraatacar.

Jinei cargó hacia el fondo en busca de esos magos. Quizás eran invisibles, pero era solo cuestión de que la espada le emboque a su posición aproximada, y que Newton haga el resto. Hegrael e Igor fueron en busca de los demás guardias que ahora sí estaban listos para defenderse, pero apenas entablar combate se notaba su inferioridad.
Sin embargo ninguno tuvo tiempo de matar a nadie, ya que uno de los magos lanzó un hechizo contra ellos, dejándolos ciegos momentáneamente.

En este momento fue que las paredes que daban contra la habitación central se abrieron, y de allí salieron 2 armaduras animadas que brillaban con una luz interna roja.

Jamies lanzó otra bola de fuego hacia el fondo, logrando darle a uno de los magos y logrando que pierda la concentración en su hechizo de invisibilidad.

—¡No veo una mierda! —gritó Jinei.

—¡Atrás tuyo! —advirtió alguien.

—¡¿Dónde?! —preguntó Jinei.

El impacto llegó inesperado a la parte inferior de su espalda, casi tirándolo al piso.

No era momento de estar ciego. Hegrael recayó en su viejo entrenamiento en el templo y se tomó un momento para concentrarse y canalizar su Ki hacia su vista, logrando recuperarla. Las armaduras animadas seguían atacando sin piedad, una sobre Jinei y la otra sobre Igor, quienes estando ciegos no eran capaces de ofrecer demasiada resistencia a sus golpes. Lamentablemente no había tiempo de ayudarlos.

Corrió a toda velocidad hacia el mago en el fondo y descendió sobre él con una lluvia de golpes, dejando su cara hecha una pulpa. Desafortunadamente esto no hizo nada para remover la ceguera de los demás, quienes seguían tirando manotazos al aire intentando encontrar a las armaduras vivientes.

Anderson cargó a la batalla con sus manos brillando de energía divina.

—¡Metan huevo maricones! —gritó, alcanzando a Jinei y canalizando el poder de su dios hacia su herida en la espalda. Jinei se incorporó, recuperando la visión y jurando una instantánea venganza contra la armadura que se cernía sobre él. Tomó el espadón con ambas manos y giró sobre sí mismo con toda la fuerza y el odio que una persona pueda empuñar. La continuidad del espacio-tiempo se rompió ante la hoja afilada, al igual que la armadura animada que tenía en frente, destruyéndola al instante.

Igor ya se estaba hartando de su ceguera, pero gracias a los espadazos que estaba recibiendo logró ubicar la posición aproximada de la armadura que lo estaba arruinando. Levantó el mayal y le dio con toda su fuerza hacia adelante. Si bien no pudo ver lo que sucedía, su brazó sintio el impacto, y sus oídos escucharon el ruido del metal abollándose y perdiendo su forma.

—¡AHHHHHHH! —gritó con toda su furia, cargando su mayal de energía necrótica y atacando nuvamente al aire delante suyo. Una vez más el golpe dio en el objetivo, y esta vez la armadura se tambaleó amenazando con caerse al piso. Sus movimientos comenzaban a ser más torpes y lentos, y gracias al ruido que hacía era fácil saber dónde se encontraba.

El mago en el fondo comenzaba a apreciar su precaria situación. Sin poder huír, solo le quedaba liberar su magia más devastadora y lanzó una bola de fuego al centro de la habitación, hiriendo a todos de gravedad.

—¡Maldita criatura impía! —gritó anderson. Sus ojos brillaron con energía divina, creando un aura de divinidad y pureza al rededor suyo que creció y creció hasta estallar, revitalizando a todos sus compañeros.

Nadie sabía donde estaba ese mago, pero un oso no necesita de su vista para encontrar su preza. Fue así que Reggae Shark y sus dos osos invocados mágicamente pudieron rodear la batalla y arrinconar al mago.

—¡¡Ataque!! —gruñó Reggae Shark. Al menos eso hubiera dicho si fuera humano, pero todo lo que salió fue —¡¡ GRAAAWWRRRRR!!!

Los osos cargaron hacia adelante y uno se llevó puesto al segundo mago que aún permanecía invisible. Una vida de estudio y meditación forman un cuerpo débil que no puede resistirse a la fuerza bruta de un oso polar saltándote encima, y este mago no era la excepción. Un tarascón a la yugular y se terminó el problema.

Recuperando el aliento el grupo se quedó observando la masacre. Los siete cadáveres estaban desparramados en distintas partes de la habitación, y la sangre había cubierto gran parte del piso y las paredes de un hermoso color rojo. Del Rebuque estaban todos vivos, y todos más o menos enteros. Una entrada exitosa.

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